miércoles, 6 de julio de 2011

UNA DEUDA IMPAGA

           
Una actuación descollante con motivo del terremoto de 1861, demostrando una solidaridad con su pueblo, fue el motivo que lo llevó al gobierno. No era un político que buscaba el poder para enriquecerse, era un industrial, un empresario joven que aceptaba un gran desafío. Fue un piloto de tormenta que se animó a empuñar el timón de un barco en emergencia.
Fue creada una comisión que debía determinar el lugar para reconstruir la ciudad. Carlos González Pinto no creyó en argumentos falaces, como el de una falla geológica, que hasta hoy no falló. Que Mendoza estaría en un pozo es otro error, si fuera así cada vez que llueve se convertiría en una laguna.
Sus adversarios querían llevarse la ciudad a “Las Tortugas” al sur de la calle San Francisco del Monte. En un predio donado por Primitivo de la Reta, que era el fin de Mendoza, y se llamaría “Nueva Palmira”.
Sus contrarios dominaron el escenario político durante varios años. No le perdonaron nunca haber reconstruido la ciudad en el lugar en que está actualmente. Han tratado de ocultar no sólo la gestión, sino las actuaciones de su padre y de su abuelo en la gesta libertadora. Informantes tendenciosos les han mentido a todos los historiadores que han tocado el tema. A Morales Guiñazú, en su “Genealogía de Cuyo”, le ocultaron un hecho importante: la reconstrucción de la ciudad. A Félix Luna, en su libro “Soy Roca”, que no dice nada acerca de la gran recepción que le dio Carlos González al protagonista en Panquegua, con motivo de la llegada del ferrocarril a Mendoza. A Beatriz Bragoni, que escribió una historia de la familia González, le dijeron que la vinculación de la misma con San Martín y su gesta libertadora fue un invento y tampoco dice nada de la reconstrucción de la ciudad.
A fines de 1864 le hicieron un golpe de estado, y cuando su hermano con los hombres de Mitre vinieron a reponerlo en su cargo, los usurpadores huyeron a Chile con el tesoro de la provincia. Interceptados en Los Andes, fueron obligados a devolver a Carlos González todo el dinero robado.
Yo no soy un historiador, soy un lector crítico y he tratado de rescatar una historia ancestral que conozco bastante porque la recuerdo con orgullo. Juan González Troncoso, abuelo de Carlos y Lucas González Pinto, fue el mayor contribuyente del Libertador en la formación del ejército de Los Andes. Por ser descendientes directas de él, Carmen, Eloisa y Margarita González Espinola  recibieron pensiones vitalicias otorgadas por el Ministerio de Guerra.
A pesar de ser español, fue exceptuado de ser confinado en San Luis por un decreto firmado por San Martín. “La Chacrita” fue recordada en un artículo que escribí para el diario Los Andes, el 25 de mayo del 2007. Siempre creí que Elina González de García la había heredado de su abuelo, pero no fue así. La recuperó Carlos González, no por ser una gran propiedad, ni siquiera lindante con la finca de los potreros. Fue comprada por Don Carlos por la historia que encerraba vinculada al Gran Capitán, San Martín. Allí estuvo cuidada y venerada la cama que usó el general y la parra que plantó. De Benito González recibió una pensión vitalicia Celina González Videla, mi abuela materna.
La finca, estaba regada por el Canal del Rey, que luego fue llamado Canal Jarillal. El mismo con sus aguas hizo funcionar el molino harinero de don Juan González. Al negro cocinero de La Chacrita lo menciona San Martín en su diario íntimo (página 70 del “Santo de la espada”). El cocinero fue donado para que continuara en la campaña de Chile, cocinando para el Jefe y, de paso, quizás para que no le faltara comida a su hijo, adolescente militar que acompañó al Gran Capitán.
No sólo los actos de gobierno de Carlos González Pinto sino su posterior generosidad, sobre todo con el ejército argentino, signaron su vida. Al igual que su padre y su abuelo, ofreció mucho de lo que tenía cuando la patria estuvo en peligro. Lo mencionó Ignacio H. Fotheringham en su libro “La vida de un soldado”.
Recién en 1969, le pusieron “Gobernador González” a una calle de la vieja ciudad, una verdadera y tardía ironía por ser él el creador de la nueva ciudad. Por todo esto y por lo que no se menciona creo que Mendoza, la provincia y la ciudad, tienen con Carlos González Pinto una verdadera deuda impaga.
                                          
                           Juan Carlos de Borbón