jueves, 16 de junio de 2011

LAS IRONIAS DE LA HISTORIA

            En 1840, un pregón recorría las calles de Buenos Aires y antes de dar la hora decía: “viva la santa federación, mueran los salvajes unitarios, las doce han dado” -y sereno-. La santa federación de Rosas tenía tanto de santa como la inquisición.
         Juan González Troncoso y sus hijos, José Benito en Mendoza y Lucas González Milleito en Buenos Aires, habían acumulado una cuantiosa fortuna. José Benito era dueño del Valle de Uspallata y los manantiales, que hoy es la estancia “La Cueva”.
         Lucas era dueño de campos al sur de Buenos Aires, donde se hacían rodeos de miles de cabezas de ganado. Según relatos de mis abuelas le vendió caballos a Rosas; José Marmol dice que le prestó 500 onzas de oro a Lucio N. Mansilla –cuñado del tirano-.
         Para no pagar esas deudas contraídas, por mandato superior, los sicarios mazorqueros asesinaron a Lucas González y le robaron sus campos bonaerenses. Se los dieron a un tal Pereyra, ancestro de Pereyra Iraola.      
Las estancias del sur las administraba José Cayetano Borbón, quien huyendo de la barbarie se exilió en Chile. En Valparaíso instaló un comercio importante de importación y exportación. Allí fundó el llamado “Club Constitucional Argentino”, al que concurría Mitre, columnista del diario “El Comercio” de Valparaíso, y Sarmiento que lo hacía en “El Mercurio” de Santiago. En su casa vivió, antes de mudarse a Quillota, el padrino de mi abuelo Juan; de ellos heredé no sólo el nombre sino su forma de pensar también. Mi abuelo se llamaba Juan Borbón y su padrino era Juan Bautista Alberdi.
En el exilio nacieron las bases de la Constitución Nacional. La gran paradoja es que los unitarios fueron los verdaderos federales. Está escrito en el Preámbulo de nuestra Constitución: “con el objeto de constituir la unión nacional”, por eso eran unitarios. Y  “la Nación adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”.
En 1880, en un discurso pronunciado por Alberdi en la Facultad de Derecho, está expresado con lujo de detalles su pensamiento: “la omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual”. Por eso puedo decir con orgullo que heredé su forma de pensar. Desde mi época de estudiante me opuse a todas las clases de dictaduras. Soy un republicano independiente, liberal, que cree en la democracia y en la educación del pueblo, para cumplir con sabiduría en la renovación de los gobernantes.
La demagogia lleva a dictaduras populistas, corruptas, obsecuentes, enemigas de la periodicidad de las funciones. Este es uno de los principios fundamentales de la democracia. Los cerebros pensantes que eligieron el exilio, para no rodar por el suelo con sus cabezas, volvieron a la patria después de Caseros. Con sus neuronas que alimentaban el motor intelectual, que es la imaginación, serían los que encararon el gran desafío nacional: su organización.
Los caudillos, en mi opinión, mal llamados federales eran montoneros que revoleaban sables separatistas y se oponían al poder central. Retrasaron 50 años el progreso del país.
Al igual que Caseros, Pavón produjo otro quiebre importante en la historia argentina. Destrozados sus flancos por la caballería entrerriana, Mitre volvió a Buenos Aires con su infantería intacta y con el triunfo bajo el brazo. Militarmente derrotado por Urquiza, su triunfo fue asimilar el mensaje que le dejó el gran entrerriano, cansado de pelear entre hermanos.
Consciente de que Urquiza le tiró el triunfo en el campo de batalla, llegó a la presidencia en el año 1862 convencido de que su misión era la de integrar el país. Pudo ser un gran gobierno, pero debió afrontar la guerra con el Paraguay.
Con un cinismo propio de los grandes mentirosos nuestra historia fue escrita muchas veces al revés. La controversia es tan burda que no se necesita tener un gran espíritu crítico para adivinar la verdad.


                           Juan Carlos de Borbón

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