jueves, 31 de diciembre de 2015

LUCAS GONZÁLEZ PINTO

LUCAS GONZÁLEZ PINTO
Mendocino. Pionero en la construcción de los Ferrocarriles Argentinos.
                La Batalla de Pavón produjo un corte importante en la historia argentina. La caballería entrerriana, comandada por Justo José de Urquiza destruyó los flancos del ejército de Mitre. Curiosamente, no atacó a la Infantería Mitrista y le dejó la victoria en el campo de batalla. Mitre volvió a Buenos Aires con su Infantería intacta y el triunfo bajo el brazo. El verdadero triunfo de Mitre fue asimilar el mensaje que le dejó Urquiza, cansado de pelear entre hermanos.
                En 1862 Bartolomé Mitre llega a la Presidencia de la República y en la cartera de Hacienda nombra al mendocino Lucas González. Hace suyo el proyecto de Urquiza de unir el país construyendo el Ferrocarril Central Norte y ve en Lucas González al hombre capaz de conseguir el crédito inglés. Inmediatamente lo reemplaza por Dalmacio Vélez Sarsfield y lo envía a Inglaterra.
                Durante su desempeño en el exterior, cumplió con idoneidad y en 1864, junto con los barcos cargados de insumos para la construcción del Ferrocarril Central, volvió a ocupar la cartera de Hacienda. Adquirió un conocimiento de la materia que le sirvió para formar su propia empresa constructora de ferrocarriles. En su regreso al país, preguntó por su hermano Carlos, quien le había pedido que gestionara la construcción de un ferrocarril a Mendoza. La gran sorpresa de Lucas fue que Carlos González, gobernador de Mendoza, no estaba en el Gobierno. Un grupo encabezado por el Coronel Carlos Juan Rodríguez estaba usurpando el poder, y Don Carlos se hallaba refugiado en su estancia "La Cueva". Este grupo de hombres que habían usurpado el poder se había robado el tesoro provincial y emprendido la huida a Chile. Lucas González vino a Mendoza con un contingente de soldados de la Guardia Nacional, que logró interceptar en Los Andes a los sujetos y fueron obligados a devolver los fondos hurtados a Carlos González, repuesto en su cargo el 6 de Marzo de 1865. Entre esos fondos estaban los destinados a terminar el Colegio Nacional y la Penitenciaría.
                En ese entonces, Sarmiento era embajador en Estados Unidos y allí conoció a un empresario con una gran experiencia en la construcción de Ferrocarriles: William Wheelwright. A ese señor le adjudicaron el primer tramo del Ferrocarril Central Norte, es decir, los 396 kilómetros que hay entre Rosario y Córdoba.
                En 1870, coincidentemente con una gran Feria Industrial, fue inaugurada la estación de Córdoba por Dalmacio Vélez Sarsfield en representación del Presidente. Se licitaría el segundo tramo del Central Norte, 547 kilómetros entre Córdoba y Tucumán.
                 Lucas González fue consultado por el Presidente y su respuesta fue contundente: "Sr. Presidente, la Nación no tiene ni los fondos, ni la gente idónea para encarar el gran problema que presenta la construcción de los durmientes". De esa manera González se constituyó en intermediario entre la Provincia de Santa Fe y los ingleses que compraron tierras con las maderas duras, necesarias para la construcción de los durmientes. Urunday, Ñandubay, y por supuesto quebracho colorado; en el lenguaje ferroviario las obras de arte, es decir, puentes, cruces y alcantarillas, todos fueron construidos exclusivamente de ésta última.             
                Los ingleses, para encarar la construcción formaron una empresa denominada "La Forestal", con la que además de fabricar los durmientes se hacía tanino para la curtiembre de los cueros y carbón para las locomotoras. Se pagó el jornal de 24000 obreros, con 180000 libras esterlinas que llegaron en el Vapor Gassendi. Lucas González fue el responsable de tal erogación de dinero porque, tanto los británicos como la Argentina, se aseguraban que los fondos otorgados por la Banca Inglesa no terminaran malversados en las cuentas numeradas de Suiza.
                Avellaneda llega a la Presidencia en 1874 y convoca a Lucas González, que vuelve a Inglaterra encargado de revisar los materiales con los que se construía el segundo tramo del Ferrocarril Central Norte, entre Córdoba y Tucumán, realizado por la empresa José Telfener y compañía. En 1875, Argentina entra en default y el Ministro de Hacienda, Santiago Cortines, renuncia a su cargo. Avellaneda llama a Lucas González, y lo nombra responsable del Ministerio de Hacienda.
                Si se paraba la obra de construcción del Ferrocarril, tambaleaba el gobierno de Avellaneda. Pero una vez más, don Lucas cumplió y la construcción se concluyó en tiempo récord para la época. Por ese motivo, el 30 de Octubre de 1876 entraba a Tucumán un tren tirado por una locomotora que lucía un gran letrero que decía: "Nicolás Avellaneda". La empresa tiró la casa por la ventana y dio un banquete para 600 personas.
                Mientras esto ocurría, Lucas González con su empresa se había encargado de la construcción del Ferrocarril de Buenos Aires a Ensenada y los ingleses estaban construyendo el Ferrocarril Oeste. De ese ferrocarril, Lucas González hizo también un tramo importante: de Río Cuarto a Villa Mercedes.
Lucas González y Rosa Sáenz Peña
                Avellaneda fue ministro de Valentín Alsina en el Gobierno de Buenos Aires. Desde esa época quería que los inmigrantes que ingresaran a la Argentina lo hicieran para clavar la reja del arado. Le encargó a William Perkins que promoviera la inmigración de colonos irlandeses, que llegaron con sus chaquetas verdes (razón por la cual se utilizaba la expresión "a green go"- "un verde va"). A Lucas González le pidió que lo mismo hiciera con los piamonteses y suizos, que se instalaron en Santa Fe. Continuaron la obra de Aarón Castellanos, fundador en 1857 de Colonia Esperanza, en la cual en una visita presidencial le dieron a Avellaneda una gran recepción, que fue denominada "La Fiesta del Trabajo". La emoción del primer mandatario fue ver la cantidad de hectáreas cultivadas por una inmigración calificada, que encontró una tierra de promisión.
                El centro de operaciones de Lucas González fue Turín y la inmigración canalizada por el puerto de Génova. Don Lucas alternaba entre la función pública a la que era convocado por su idoneidad, con la empresa constructora de ferrocarriles. Entre 1883 y 1887 construye con ella el ramal de Paraná a Concepción del Uruguay, Nogoyá y Rosario de Tala. Entre estas dos últimas había una estación nueva sin nombre, para la que barajaron varios de los próceres. Pero allí estuvo el obrador de la empresa Lucas González, motivo por el cual en vida de Don Lucas le dieron al pueblo y a la estación su nombre, que no pudieron cambiar.
                ¿Dónde estaba en ese momento Lucas González?, de nuevo en Inglaterra gestionando con la firma Murrieta, de Londres, los fondos necesarios para construir tramos importantes del Ferrocarril Central Argentino. A saber: de Chumbicha a Catamarca, de Chilcas a Salta, de Salta a Jujuy y el tramo más importante que fue de Dean Funes a Chilecito. Decía Julio Argentino Roca: "mi amigo el Doctor González es un panteísta, porque recorrió los pagos riojanos, donde se rinde culto a la Pachamama".
                Los fondos que la firma Murrieta otorgó a Lucas González fueron un préstamo de 3968200 libras esterlinas, amortizables semestralmente en las oficinas de Londres, con un interés del 6% anual. Dio el ejemplo, que exigió también a otras empresas cuando fue funcionario público, y en el contrato detalló cada precio hasta de las cosas más insignificantes.
                Fue el último Ministro de Relaciones Exteriores de Avellaneda y en ese período le tocó rescatar a Roque Sáenz Peña, herido y prisionero en Chile. Sáenz Peña se casó después con la hija de Don Lucas, Rosa González, y fue el único presidente que habitó la Casa Rosada. Por lo tanto, una mendocina fue la única mujer que vivió en la Casa de Gobierno como ama de casa. A tal efecto, hizo construir el baño y una cocina en ese domicilio tan excepcional.
                El vínculo con Italia, Lucas González no lo abandonó nunca y falleció en Génova en 1906. Sus restos repatriados descansan en el Panteón de La Recoleta, junto a los de su consuegro Luis Sáenz Peña, de su yerno Roque Sáenz Peña (ex presidentes de la República Argentina), de Benito Villanueva (operador político influyente, fundador de Ingeniero Maschwitz y de Chapadmalal, e introductor de la raza de los caballos pura sangre de carrera).
               

Juan Carlos de Borbón 

miércoles, 6 de julio de 2011

UNA DEUDA IMPAGA

           
Una actuación descollante con motivo del terremoto de 1861, demostrando una solidaridad con su pueblo, fue el motivo que lo llevó al gobierno. No era un político que buscaba el poder para enriquecerse, era un industrial, un empresario joven que aceptaba un gran desafío. Fue un piloto de tormenta que se animó a empuñar el timón de un barco en emergencia.
Fue creada una comisión que debía determinar el lugar para reconstruir la ciudad. Carlos González Pinto no creyó en argumentos falaces, como el de una falla geológica, que hasta hoy no falló. Que Mendoza estaría en un pozo es otro error, si fuera así cada vez que llueve se convertiría en una laguna.
Sus adversarios querían llevarse la ciudad a “Las Tortugas” al sur de la calle San Francisco del Monte. En un predio donado por Primitivo de la Reta, que era el fin de Mendoza, y se llamaría “Nueva Palmira”.
Sus contrarios dominaron el escenario político durante varios años. No le perdonaron nunca haber reconstruido la ciudad en el lugar en que está actualmente. Han tratado de ocultar no sólo la gestión, sino las actuaciones de su padre y de su abuelo en la gesta libertadora. Informantes tendenciosos les han mentido a todos los historiadores que han tocado el tema. A Morales Guiñazú, en su “Genealogía de Cuyo”, le ocultaron un hecho importante: la reconstrucción de la ciudad. A Félix Luna, en su libro “Soy Roca”, que no dice nada acerca de la gran recepción que le dio Carlos González al protagonista en Panquegua, con motivo de la llegada del ferrocarril a Mendoza. A Beatriz Bragoni, que escribió una historia de la familia González, le dijeron que la vinculación de la misma con San Martín y su gesta libertadora fue un invento y tampoco dice nada de la reconstrucción de la ciudad.
A fines de 1864 le hicieron un golpe de estado, y cuando su hermano con los hombres de Mitre vinieron a reponerlo en su cargo, los usurpadores huyeron a Chile con el tesoro de la provincia. Interceptados en Los Andes, fueron obligados a devolver a Carlos González todo el dinero robado.
Yo no soy un historiador, soy un lector crítico y he tratado de rescatar una historia ancestral que conozco bastante porque la recuerdo con orgullo. Juan González Troncoso, abuelo de Carlos y Lucas González Pinto, fue el mayor contribuyente del Libertador en la formación del ejército de Los Andes. Por ser descendientes directas de él, Carmen, Eloisa y Margarita González Espinola  recibieron pensiones vitalicias otorgadas por el Ministerio de Guerra.
A pesar de ser español, fue exceptuado de ser confinado en San Luis por un decreto firmado por San Martín. “La Chacrita” fue recordada en un artículo que escribí para el diario Los Andes, el 25 de mayo del 2007. Siempre creí que Elina González de García la había heredado de su abuelo, pero no fue así. La recuperó Carlos González, no por ser una gran propiedad, ni siquiera lindante con la finca de los potreros. Fue comprada por Don Carlos por la historia que encerraba vinculada al Gran Capitán, San Martín. Allí estuvo cuidada y venerada la cama que usó el general y la parra que plantó. De Benito González recibió una pensión vitalicia Celina González Videla, mi abuela materna.
La finca, estaba regada por el Canal del Rey, que luego fue llamado Canal Jarillal. El mismo con sus aguas hizo funcionar el molino harinero de don Juan González. Al negro cocinero de La Chacrita lo menciona San Martín en su diario íntimo (página 70 del “Santo de la espada”). El cocinero fue donado para que continuara en la campaña de Chile, cocinando para el Jefe y, de paso, quizás para que no le faltara comida a su hijo, adolescente militar que acompañó al Gran Capitán.
No sólo los actos de gobierno de Carlos González Pinto sino su posterior generosidad, sobre todo con el ejército argentino, signaron su vida. Al igual que su padre y su abuelo, ofreció mucho de lo que tenía cuando la patria estuvo en peligro. Lo mencionó Ignacio H. Fotheringham en su libro “La vida de un soldado”.
Recién en 1969, le pusieron “Gobernador González” a una calle de la vieja ciudad, una verdadera y tardía ironía por ser él el creador de la nueva ciudad. Por todo esto y por lo que no se menciona creo que Mendoza, la provincia y la ciudad, tienen con Carlos González Pinto una verdadera deuda impaga.
                                          
                           Juan Carlos de Borbón

jueves, 16 de junio de 2011

LAS IRONIAS DE LA HISTORIA

            En 1840, un pregón recorría las calles de Buenos Aires y antes de dar la hora decía: “viva la santa federación, mueran los salvajes unitarios, las doce han dado” -y sereno-. La santa federación de Rosas tenía tanto de santa como la inquisición.
         Juan González Troncoso y sus hijos, José Benito en Mendoza y Lucas González Milleito en Buenos Aires, habían acumulado una cuantiosa fortuna. José Benito era dueño del Valle de Uspallata y los manantiales, que hoy es la estancia “La Cueva”.
         Lucas era dueño de campos al sur de Buenos Aires, donde se hacían rodeos de miles de cabezas de ganado. Según relatos de mis abuelas le vendió caballos a Rosas; José Marmol dice que le prestó 500 onzas de oro a Lucio N. Mansilla –cuñado del tirano-.
         Para no pagar esas deudas contraídas, por mandato superior, los sicarios mazorqueros asesinaron a Lucas González y le robaron sus campos bonaerenses. Se los dieron a un tal Pereyra, ancestro de Pereyra Iraola.      
Las estancias del sur las administraba José Cayetano Borbón, quien huyendo de la barbarie se exilió en Chile. En Valparaíso instaló un comercio importante de importación y exportación. Allí fundó el llamado “Club Constitucional Argentino”, al que concurría Mitre, columnista del diario “El Comercio” de Valparaíso, y Sarmiento que lo hacía en “El Mercurio” de Santiago. En su casa vivió, antes de mudarse a Quillota, el padrino de mi abuelo Juan; de ellos heredé no sólo el nombre sino su forma de pensar también. Mi abuelo se llamaba Juan Borbón y su padrino era Juan Bautista Alberdi.
En el exilio nacieron las bases de la Constitución Nacional. La gran paradoja es que los unitarios fueron los verdaderos federales. Está escrito en el Preámbulo de nuestra Constitución: “con el objeto de constituir la unión nacional”, por eso eran unitarios. Y  “la Nación adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”.
En 1880, en un discurso pronunciado por Alberdi en la Facultad de Derecho, está expresado con lujo de detalles su pensamiento: “la omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual”. Por eso puedo decir con orgullo que heredé su forma de pensar. Desde mi época de estudiante me opuse a todas las clases de dictaduras. Soy un republicano independiente, liberal, que cree en la democracia y en la educación del pueblo, para cumplir con sabiduría en la renovación de los gobernantes.
La demagogia lleva a dictaduras populistas, corruptas, obsecuentes, enemigas de la periodicidad de las funciones. Este es uno de los principios fundamentales de la democracia. Los cerebros pensantes que eligieron el exilio, para no rodar por el suelo con sus cabezas, volvieron a la patria después de Caseros. Con sus neuronas que alimentaban el motor intelectual, que es la imaginación, serían los que encararon el gran desafío nacional: su organización.
Los caudillos, en mi opinión, mal llamados federales eran montoneros que revoleaban sables separatistas y se oponían al poder central. Retrasaron 50 años el progreso del país.
Al igual que Caseros, Pavón produjo otro quiebre importante en la historia argentina. Destrozados sus flancos por la caballería entrerriana, Mitre volvió a Buenos Aires con su infantería intacta y con el triunfo bajo el brazo. Militarmente derrotado por Urquiza, su triunfo fue asimilar el mensaje que le dejó el gran entrerriano, cansado de pelear entre hermanos.
Consciente de que Urquiza le tiró el triunfo en el campo de batalla, llegó a la presidencia en el año 1862 convencido de que su misión era la de integrar el país. Pudo ser un gran gobierno, pero debió afrontar la guerra con el Paraguay.
Con un cinismo propio de los grandes mentirosos nuestra historia fue escrita muchas veces al revés. La controversia es tan burda que no se necesita tener un gran espíritu crítico para adivinar la verdad.


                           Juan Carlos de Borbón

LA CUEVA DE LOS LECHUZOS

        En 1864 gobernaba Mendoza Carlos González Pinto. Trataba de reconstruir la ciudad, destruída por el terremoto de 1861. A fin de año un grupo de fragoteros, de esos que llegan al poder por la fuerza, se apoderó del sillón de San Martín, usurpó el gobierno y dio cuenta del tesoro, donde estaban los fondos para la construcción del Colegio Nacional, obra que quedó trunca. Carlos González se enteró que los sicarios de la logia civitista lo buscaban para matarlo. Era gaucho, ensilló un caballo y se fue a la Cordillera, refugiándose en "La Cueva", una de sus estancias. Dejó observadores fieles en "Agua de la Chilca", en la "Juana María" y en "Casa de Piedra". Como los cuervos siempre iban en bandada eran detectados desde lejos. Un emisario llegaba siempre antes y daba el aviso: "Don Carlos, a esconderse", lo bajaban por la parte de arriba a la Cueva de los Lechuzos. Con un lazo lo depositaban sin dejar rastro de su ingreso, no lo encontraron nunca. Su hermano Lucas, por encargo de Mitre, compraba en Inglaterra los materiales para construir el primer tramo del Ferrocarril Central Norte Argentino. Terminada su misión regresó a la Argentina y volvió a ocupar el cargo de Ministro de Hacienda, por el que lo había reemplazado Dalmacio Vélez Sarsfield. De inmediato preguntó por su hermano, que le había pedido que gestionara la construcción del ferrocarril a Mendoza. Don Lucas: su hermano no está en el gobierno, su lugar lo ocupa Pedro Pascual Segura. ¡¿Dónde está mi hermano?! De inmediato Mitre mandó a su gente, que lo encontraron y lo repusieron en su cargo, el 6 de marzo de 1865; lo que nunca pudo girar el gobierno nacional, fueron los fondos del tesoro vilmente vaciado.
          Nueve días más tarde, es decir el 15 de marzo, un delirante megalómano llamado Francisco Solano López invadió Corrientes y obligó a la Argentina a aliarse con Brasil, su antiguo rival. En defensa de su integridad territorial, debió pelear una guerra absurda, injusta, obra de uno de esos personajes que nacen de vez en cuando en nuestra América Latina; demagogos, totalitarios, enemigos de las constituciones republicanas, lo primero que hacen es reformarlas para perpetuarse en el poder.
          Mitre no podía auxiliar a su correligionario con fondos nacionales. Por el contrario, le pidió que lo ayudara con contingentes de soldados para formar un Ejército Nacional, que fue el primero y que le costó un enorme esfuerzo. Luchó contra Paraguay que no merecía tener un dirigente que fue el único responsable de su destrucción.
          Los fondos que pudieron usarse para la educación a la que Carlos González le dio prioridad, debieron destinarse a otros fines por imperio de las circunstancias. Por un decreto firmado por Lucas González que me llenó de orgullo y de emoción, por ser mi bisabuelo, se destinaron para comprar caballos para nuestra gloriosa caballería.
         Los hombres de Mitre llegaron a Mendoza a poner las cosas en orden. Los sediciosos huyeron a Chile, no sin antes llenar los costales de las mulas cargueras con todo lo que pudieron sacar del tesoro provincial. Interceptados en Los Andes fueron obligados a devolver a Carlos González todo el botín robado. Puedo suponer que algo les habrá quedado en las alforjas y en los bolsillos.

                                                                  Juan Carlos de Borbón

viernes, 27 de mayo de 2011

LA CUEVA DE LOS LECHUZOS - Una historia ocultada

Los González en Mendoza

Lucas González 

No son los muertos los que en dulce calma
La paz disfrutan en su tumba fría,
Muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía.

No son los muertos, no, los que reciben
Rayos de luz en sus despojos yertos,
Los que mueren con honra son los vivos
Y los que viven sin honra, son los muertos

La vida no es la misma que vivimos,
La vida es el honor, es el recuerdo.
Por eso hay muertos que en el mundo viven,
Y hombres que viven en el mundo muertos.

Antonio Muñoz Freijoo


      
        Naturales del Tui en la Galicia española, Andrés González y Ana Vicenta Troncoso fueron los padres de Juan González Troncoso- Éste junto a su mujer ingresó en la Argentina en 1776.

        Juan González Troncoso, fue prócer de nuestra independencia, calificación obtenida por la colaboración prestada a San Martín en la formación del ejército de Los Andes. Casado con Gregoria Milleiro tuvo tres hijos: Carlos, Lucas y José Benito.

       José Benito, guerrero en la campaña de Chile fue el reproductor de la familia. Tuvo 7 hijos con Leocadia Marcó. Y al enviudar se casó con Rita Pinto y con ella tuvo 9.
Carlos González Pinto y Lucas González Pinto tuvieron un papel preponderante en la función pública provincial y nacional.

     El veinte de marzo de 1861, a las 19 horas y 34 minutos, un terremoto destruyó la cuidad de Mendoza, quedando más de 4.000 muertos bajo sus escombros. Entre éstos se encontraban familiares del gobernador Laureano Nazar, quien abandonó su puesto con escolta y a tambor batiente, dirigiéndose a su finca de Barriales. Su pueblo no perdonó el hecho, lo que motivó su renuncia.

    La bodega de Carlos González Pinto resistió el temblor. Con la ayuda de sus empleados sacó la vasija vinaria, convirtiendo uno de los cuerpos de la bodega en el edificio de la aduana de Mendoza. En el otro instaló un hospital de campaña donde se atendieron a muchos heridos.

     Su actuación ante el fallecimiento de Luis Molina, sucesor de Nazar, lo llevó a ser nombrado gobernador. Presentó su renuncia, por ser un buen republicano, pues la constitución de la provincia le exigía treinta y cinco años de edad y él tenía treinta y tres. Su renuncia no fue aceptada y lo confirmaron en el puesto. De esa manera se convirtió en el gobernador más joven de la provincia, asumiendo en noviembre de 1863.

    Por decreto el 6 de diciembre nombró a Julio Balloffet y a Carlos Rivarola para que confeccionaran la planimetría de Mendoza. El lugar elegido fue cercano a la vieja ciudad. Si la ciudad se reconstruía en terrenos más alejados, se perjudicaría a los que habían perdido sus viviendas en el sismo, quienes también perderían el valor de sus terrenos. Ayudado por el gobierno nacional empezó la construcción alrededor de un centro cívico, que hoy es la Plaza Independencia. Se construyó la casa de gobierno del lado sur, contigua una escuela secundaria de señoritas en la que nombró rectora a la Sra. Elena Brady de Coll. En otra escuela edificada por la sociedad de Beneficencia nombró como su directora a la Sra. Procesa Sarmiento de Lenoir, hermana de Domingo Faustino Sarmiento. Además levantó veintitrés escuelas primarias, lo que confirma su preocupación por la educación. Fundó el Club Progreso, lugar de reunión de los notables, e inició la construcción del que posteriormente se denominara Colegio Nacional Agustín Álvarez.

    Ayudado por su hermano Benito González Marcó, quien fuera varias veces diputado en la legislatura provincial, se ocupó de la distribución de las aguas del canal Cacique Guaymallén y de otros canales de menor importancia en el regadío.

    Su gobierno fue interrumpido por un golpe de estado a fines de 1864 y reemplazado por Pedro Pascual Segura. Fue repuesto en su lugar por Bartolomé Mitre el 6 de marzo de 1865, terminando su mandato en 1866.

    Carlos González junto a su hermano Daniel fundaron el primer banco que existió en Mendoza, Cuyo nombre fue el del apellido de ambos.
En 1898 una hipótesis de conflicto hizo necesaria la instalación de una división en Uspallata para la defensa de la frontera. El ejército argentino era muy respetuoso de la propiedad privada. El General Ignacio H. Fotheringham debió pedir permiso a Carlos González Pinto, dueño de esas tierras. La respuesta de Carlos González Pinto fue breve, propia de los hombres de campo: “General, disponga de todo lo que hay en el valle: pasto, animales, casas; si el gobierno me lo puede pagar algún día, bien, y si no, dejémoslo así y se acabo el cuento”. Cedió su residencia de verano, El Challao, para el estado mayor y al igual que su abuelo, Juan González Troncoso puso mucho de lo que tenía al servicio de la nación.

     Falleció el 6 de junio de 1916 y sus restos descansan en la cripta de la capilla que hay en la finca de Panquehua, propiedad fundada por su padre José Benito.

     Lucas González Pinto nació en Mendoza en 1829. Estudió en Santiago de Chile y se doctoró en leyes en Francia, reafirmando su título en Madrid y en Turín. A su regreso a la Argentina fue diputado al congreso de Paraná, director de la aduana de Rosario y senador por Santa Fe. En 1862 fue convocado por Bartolomé Mitre para formar parte de su gabinete como Ministro de Hacienda. En su función hizo suyo el proyecto de Urquiza, firmando el decreto de construcción del Ferrocarril Central Norte Argentino. Reemplazado por Dalmacio Velez Sarsfield, viajó a Inglaterra, comisionado por Mitre, para conseguir créditos y comprar los materiales para la obra proyectada.

     En esos momentos, Sarmiento era embajador en EE.UU., donde conoció a un empresario norteamericano que tenía mucha experiencia en la construcción de ferrocarriles. Se llamaba William Wheelright y fue quien se encargó de la construcción de los 396 Km. que hay entre Rosario y Córdoba. Los embarques llegaron en buques desde 1864 en adelante. La estación de Córdoba fue inaugurada en 1870 por Dalmacio Velez Sarsfield en representación de Sarmiento, coincidente con una gran feria industrial realizada en La Docta.

   Se formó en Don Lucas una condición que lo acompañaría por el resto de sus días, la de ser el gran referente argentino en materia ferroviaria. Regresó a la Argentina a fines de 1864 y retomó su ministerio de Hacienda, dejando en Inglaterra todo a cargo del ministro plenipotenciario, de la empresa constructora, de los proveedores y de la banca inglesa. Le tocó administrar los fondos del país durante la guerra del Paraguay.

     Lucas González terminó su ministerio con Mitre en 1868 y se dedicó a formar una empresa constructora de ferrocarriles. Su primera obra fue el ferrocarril de Bs. As. a Ensenada en 1872. En 1874, Avellaneda asume la presidencia de la República, nombrando a Lucas González Cónsul general en Londres y Ministro plenipotenciario; su misión primordial como hombre de confianza del presidente, era la de revisar los materiales destinados a la construcción del segundo tramo del Central Norte, es decir, determinar el precio unitario y la cantidad de los insumos que debían figurar en los bonos que se descontaban en la banca prestamista. De esa manera se evitaba la malversación de fondos y se aseguraba que los mismos fueran usados para los fines que fueron solicitados.

    En 1875 Argentina entró en default, dejándose de pagar la deuda contraída con la banca inglesa. En vez de llegar los insumos para la construcción del ferrocarril, llegaron barcos de guerra ingleses apuntando a Bs. As. Si se paraba la obra tambaleada el gobierno de Avellaneda; había renunciado el ministro de Hacienda Santiago Cortines y el Presidente llamó a Lucas González y le dio el ministerio de Hacienda, quien arregló el problema coyuntural, recuperó el crédito ingles, y evitó la venta de las 17.000 acciones que el Estado argentino tenía en el Ferrocarril Central Norte. El problema de fondo lo arreglaría Avellaneda más tarde cuando se puso de acuerdo con Carlos Casares para que el Banco Provincia acudiera en auxilio financiero de la confederación Argentina.

     No solo no se paró la obra de construcción sino que se hizo en tiempo record para la época. José Telfener y Cia. Construyó los 547 Km. que hay entre Córdoba y Tucumán. El 30 de octubre de 1876 Avellaneda llegó a Tucumán, su patria chica, en un tren tirado por una locomotora que ostentaba un gran letrero con su nombre. El empresario le dio una gran fiesta a la comitiva y el Central Norte llegó a la meta fijada 9 años antes que el del Oeste a Mendoza.

     Paralelos en el tiempo y divergentes en el camino, los ingleses le dieron prioridad a los ferrocarriles de la pampa húmeda porque a los inversores les aseguraban una tasa de interés del 7% y en esa zona el rendimiento era superado en corto tiempo; la subvención nacional dejaba de ser necesaria. De todas maneras el rol poblacional de los ferrocarriles era un hecho y el comercial también. Argentina era un país despoblado, el primer censo nacional durante la presidencia de Sarmiento fue de 1.837.000 habitantes de los que 800.000 vivían en Bs. As. El azúcar se importaba de Cuba y el comercio con Chile se hacía a lomo de mula.

    En la construcción de los ferrocarriles se presentaba un problema difícil de resolver, el tendido de las líneas, es decir, la construcción de los durmientes. Para eso fue convocado Lucas González y su respuesta fue contundente: “Señores, Argentina no tiene ni la gente idónea ni el dinero para una obra de tamaña envergadura, el negocio hay que dárselo a los ingleses que tienen ambas cosas”. Don Lucas fue mediador entre la provincia de Santa Fe y los británicos que compraron tierras con bosques de maderas duras, material imprescindible en ese entonces para el tendido de las líneas. Para que se tenga una idea, en los 547 Km. que hay entre Córdoba y Tucumán se usaron 683.750 durmientes.

     Los ingleses fundaron una empresa integral, que además de fabricar durmientes instaló en La Gallareta una fábrica de tanino para el aprovechamiento integral del quebracho colorado y con el excedente de madera hacer carbón combustible para las locomotoras. Los durmientes se hicieron de tintitaco, urunday, ñandubay y por supuesto de quebracho colorado. Las obras de arte en el lenguaje ferroviario son los puentes, los cruces y las alcantarillas y esos si fueron hechos exclusivamente de quebracho colorado.

    La Forestal llego a pagar el jornal de 20.000 trabajadores. Lucas González se hizo responsable de la erogación de ese capital. Lucas González volvió a su empresa y construyó el ramal de Río Cuarto a Villa Mercedes.

    Avellaneda, preocupado desde su época de ministro de Alsina, porque los inmigrantes que vinieran a la Argentina, lo hicieran dispuestos a cultivar la tierra, le encargó a un señor de apellido W. Perkins el reclutamiento de colonos irlandeses y a Lucas González el de los suizos y piamonteses que se instalaron en Santa Fe. Su centro de operaciones fue Turín y la corriente inmigratoria canalizada por Génova.

    En 1879, Avellaneda, estando en Santa Fe, asistió a una gran fiesta de 200 invitados en la colonia Esperanza, fundada por Aaron Castellanos en 1857. La denominaron la fiesta del trabajo y la gran emoción del presidente fue ver la cantidad de hectáreas cultivadas por esos gringos grandotes y colorados. Avellaneda viendo el éxito de la misión le pidió a Don Lucas que continuara con esa tarea y le dio el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores.

    Terminado su mandato con Avellaneda Lucas González regresó a su empresa constructora de ferrocarriles, volviendo a Londres para conseguir el crédito y los materiales necesarios para la construcción del ferrocarril de Entre Ríos. Entre 1883 y 1887 hizo el ramal de Paraná a Concepción del Uruguay y los derivados a Gualeguay y a Gualeguaychú. Las estaciones de Paraná, Nogoyá, Tala y Concepción del Uruguay tomaron el nombre de esas ciudades. Entre Nogoyá y Tala había una estación nueva,  situada en un pueblo que se formó alrededor del obrador de la empresa constructora del ferrocarril, perteneciente a Lucas González. Por ello tanto la estación como el pueblo recibieron en vida el nombre de Lucas González.

    En 1887 vuelve a Inglaterra, pero por poco tiempo y sin la familia. El suficiente para suscribir un contrato con la firma Murrieta y Cia. de Londres, por un monto de 3.968.200 libras esterlinas, amortizables semestralmente también en libras, en las oficinas de Londres con un interés del 6% anual. El motivo: la construcción del ramal de Chumbicha a Catamarca, de Chilcas a Salta y de ahí a Jujuy. A Salta el ferrocarril llegó en 1890 y un año después a Jujuy; a continuación vino el más largo de Dean Funes en Córdoba a Chilecito en La Rioja, donde llegó en 1896. Por ese motivo Roca decía: “mi amigo el doctor González es un panteísta, por haber disfrutado de los paisajes de La Rioja donde se venera a la Pachamama”. Se reunían periódicamente en la estancia “La Larga” y en “El Dorado”  de Benito Villanueva en Vedia, Provincia de Bs. As.

El vínculo con el norte de Italia no lo abandonó nunca y falleció en Génova en 1906. Sus restos repatriados descansan en La Recoleta junto a los de su consuegro Luis Sáenz Peña, ex presidente de la República, de su yerno, también ex presidente Roque Sáenz Peña, de Benito Villanueva, fundador de Ingeniero Maschwizts y de Chapadmalal, ex senador por Mendoza y por Buenos Aires e introductor de la raza de caballos puros de carrera.
El cruce de estas historias es “ La Cueva de los Lechuzos” que existió, existe y existirá a la entrada de la quebrada de “ La Capilla”, a unos 200 metros de la casa del puesto. Ésta a su vez, es una habitación compuesta por dos piezas edificadas dentro de la cueva que le da el nombre a una estancia de 30.000 hectáreas; propiedad actual de los hijos de Carlos Palacio, que seguramente conocen la historia relatada por su padre. Éste, recibió, siendo un adolescente de labios de su abuelo, Carlos González, la historia de su experiencia vivida.

                                                        
                                                              Juan Carlos de Borbón

Fuentes de Información
1)                          Diccionario Biográfico Americano de José Domingo Cortez editado en París en 1876
2)                          Historia de Bartolomé Mitre de Miguel Ángel De Marco
3)                          La Guerra del Paraguay de Miguel Ángel De Marco, página 149
4)                          “El Santo de la Espada” de Ricardo Rojas, página 70
5)                          Relato de Carlos Palacio González sobre “ La Cueva de los Lechuzos”, cronología del golpe de estado perpetrado contra su abuelo Carlos González Pinto.
6)                          Genealogía de Mendoza de Morales Guiñazú, páginas 130 a 135
7)                          Relatos de Rafael García González, dueño de “ La Chacrita” donde pernoctaba San Martín cuando preparaba al “Ejército de los Andes”. Publicado en Diario “Uno” en 1999 y el 25 de mayo de 2007 en “Los Andes”
8)                          Biografía de Julio A. Roca de Félix Luna
9)                          Historia de los gobernadores argentinos de A. Zinni
10)                      Historia de Nicolás Avellaneda de Carlos Páez de la Torre
11)                      Relato al suscripto en 1944 por Rosa González de Sáenz Peña en relación al nombre de su padre que lleva una localidad entrerriana
12)                       “ La vida de un Soldado” de Ignacio Hamilton Fotheringham.